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02 Jul 2021

LA CULTURA DEL MIEDO Y SUS MILONGAS

Preferiría como título de esta entrada: “Cómo liberarse del miedo cuando nos amedrentan”, quizá hubiera estado más acertado.

Jiddu Krishnamurti aseguró que el miedo puede ser comprendido, no vencido. Son, en su opinión, dos procesos diferentes; y el proceso de vencer conduce a más confusión. Si en lugar de ello lo podemos comprender, explorar, no volverá de manera alguna.

Solo se está libre del miedo cuando la mente es capaz de considerar un hecho sin interpretarlo,...

...sin ponerle un nombre. Y esto es sumamente difícil porque los sentimientos, las reacciones, las ansiedades que tenemos son prontamente identificados por la mente y por tanto, acto seguido, se les otorga un nombre. Y entonces solo hacemos que  fortalecerlo.

Guy de Maupassant en uno de sus relatos escribió: “El miedo es algo terrible, la sensación misma de que el alma se desgarra y un fuerte dolor te sacude la cabeza y el cuerpo de tal manera que solo de pensarlo ya te sobrecoge”. Y continúa el escritor francés: “Es un sentimiento que no tiene que ver con la valentía de cada cual (…)”. Dominados por el terror, no hay razonamiento valido, no hay argumento a mano para ni siquiera mitigarlo. Y eso es en ocasiones lo que se pretende con ciertas soflamas (?).

A propósito de las diatribas y el miedo, hace poco que el presidente de República Popular China, Xi Jimping, advirtió que cualquier nación que quiera intimidar a China “sería golpeada en la cabeza”. Así, con estas perlas y reconocidos fastos, celebró el Partido Comunista Chino el centenario de su fundación y elogió un nuevo mundo creado, como no, por su pueblo.

Claro que Vladimir Putin en su discurso anual —con cierto tufo de arenga, claro— ante el Parlamento y el Gobierno no se quedó corto y centro su atención en cuestiones de carácter social, irresueltas todavía tras más de veinte años en el poder, y, pese a la situación de conflicto reinante en relación a Occidente y la vecina Ucrania, dedicó muy pocas palabras a estas tensiones, que siguen inequívocamente latentes. Sin embargo salió el discurso del miedo. Cómo no. Sus mensajes estuvieron a la par de los de Xi Jimping (de hecho la estructura  de los discursos del miedo son iguales), ahí lo dejo: “Meterse con Rusia se ha convertido en un deporte nuevo (…) lo practican aquí y allá sin motivo justificado”, lanzó para remachar después de haber citado El Libro de la Selva de Rudyard Kipling: “Pero a menudo no entramos a responder a estas acciones hostiles (…)”. Hasta aquí estuvo ponderado.

A renglón seguido, el mandatario ruso no desperdició la ocasión y el aforo y arremetió: “Espero que a nadie se le ocurra la idea de traspasar la línea roja en relación con Rusia. Y por donde pasa esa línea lo determinamos nosotros mismos”. Para advertir de inmediato que cualquier amenaza recibirá una respuesta “asimétrica, rápida y severa”, en mi opinión en clara alusión a Ucrania y sus aliados. Y redondeó: “Todos los organizadores de cualquier provocación lo lamentarán como hace tiempo no han lamentado nada”.

Después de escuchar y leer estos discursos (?) me creí todavía en un patio de escuela donde el grandullón nos intentaba atemorizar a todos para que le pasáramos la pelota, chutar, y marcar el gol,  como si no hubiera manera más amigable. Será por aquello de sin razón por la fuerza. Da para pensar la posibilidad.

Aquí, en este país, tampoco nos quedamos cortos,  líderes de  partidos políticos (no todos, algunos)  apremian así al votante, apelando a la alarma social y al peligro, para que apoye su opción política y no otra. El desprestigio y la diatriba se ha convertido en algo irrenunciable para según qué líderes. En mi modesta opinión se trata de una actitud muy peligrosa, pues el miedo nubla el entendimiento y acorrala al pensamiento racional, y dificulta el pensamiento crítico del ciudadano de a pie.

En líneas generales se persigue que el miedo nos aleje de la política, que no deja de ser una acción humana de relación social, entendida como un espacio de discusión de los asuntos públicos en el que se mezcla lo racional y lo emotivo, claro, pero guardando unas proporciones adecuadas. Cuando nosotros o nuestros  representantes echamos mano del discurso del miedo, ese sentimiento se vuelve tan poderoso, tanto, que el equilibrio entre razón y emoción corre el riesgo de desvanecerse. Luego es de irresponsables utilizar este arma.

El miedo que tratan de infundirnos nos silencia, nos hace pequeños, nos degrada. Deberíamos de resistir la manipulación. Y es que el miedo utilizado socialmente, solo produce división, enfrentamiento y ruptura,  invita a salir corriendo. La pregunta es hacia dónde.

Los miedos son cuidadosa y repetidamente creados y alimentados por cualquiera que desee infundir temor, frecuentemente a través de la manipulación de palabras, hechos, noticias, fuentes, información, a fin de inducir ciertos comportamientos individuales, justificar acciones o políticas gubernamentales, mantener a la gente consumiendo, elegir políticos demagogos o distraer la atención de problemáticas sociales más urgentes como la pobreza, seguridad social, el desempleo, el crimen, la contaminación…y todo por no tener una idea clara de cómo afrontarlas.

Parafraseando a Séneca hay dos maneras de no sucumbir ante algo (él se refería a la ira en concreto): no sucumbir ante ese “algo”, en este caso miedo, y no cometer barbaridades si sucumbimos.

Los espíritus jóvenes son fáciles de moldear, pero las costumbres arraigadas son difíciles de extirpar.

El espíritu florece con la libertad y se marchita con la esclavitud. La frase también es de Séneca. Que conste.

 

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