Sí, sí, ya lo sé. Al amar se invade sin querer parcelas del otro que pueden no ser nuestras. Pero la generosidad conlleva una dosis de altruismo. El pensar en los demás es todo. Creer tu amor mucho. Conocerse a uno mismo un derroche de sabiduría. Saberse dar es plenitud. Dar sin esperar nada a cambio es ser generoso.
Amar sin sentirse obligado es lo que cuesta. El oficio de querer es más fácil. Y me pregunto: ¿Se puede querer sin amar? Me respondo que sí. Puesto que querer es una cosa y el amor otra. Querer es poseer. Amar lo contrario: dar sin nada a cambio.
Me siento salvaje. Constantemente me brotan sentimientos. Me digo que es amor. El amor me hace pequeño. Tal vez nada. Puede ser que grande, gigante. Pero esa condición no me pertenece. Más bien soy yo quien pertenece a alguien, si es que soy algo.
No está de más si arranco una sonrisa, una emoción, un sentimiento o unas lágrimas a cambio. Porque yo también lloro y me alimento de esa emoción que me hace un nudo en la garganta. Que me ahoga. Que me encanta. Soy yo. Soy así. ¡Libre! Un poco loco. Por eso escribo. No por estar enajenado. Para utilizar mí libertad con la pluma. Y escribo sobre la Luna; sobre ti; para ti; para todos; porque no me sale la voz. Puede ser una explicación que de un relato a la razón por la cual escribo. Pero prefiero no buscar razones a nada. Prefiero ser sin razón. Sin nada a cambio. Ni tan siquiera una causa. En la nada de mi libertad. Porque soy nada.