Leí en alguna parte que el mejor modo de hacer frente a una situación determinada que nos acobarda, incomoda, aturde o disgusta es, precisamente, asumiéndola; aunque ni que decir tiene que si decido que no porque la consideras más potente y que me sobrepasa los limites será una sabia decisión no empezar a darle batalla. En consecuencia y en mi humilde opinión si se da el caso, o procrastino la ocasión o me alio y saco partido de ella de alguna manera. No me preguntes en este instante cómo. Pero creo que mezclándome, formando parte indisoluble de la coyuntura.
Dicen que siempre se aprende. Y que en caso contrario suele repetirse la circunstancia hasta que es lección aprendida.
A pesar de todo ya empieza a clarear sin el desánimo ni el salvoconducto de Eolo, claro, todo y que con el beneplácito de las nubes, eso sí. Que se levanta el día, vaya. Mejor, que amanece. Entonces las palabras cogen otro tinte. Todo y eso no dejo de escuchar como aúlla el viento y observar su traza: las ramas de los árboles batidas enérgicamente. Quizá también mi pensamiento.
A pesar de todo el escenario me inclino por la quietud y en su ausencia me decido por pasar página y devenir su aliado, del ventarrón me refiero, pues no veo otra salida ahora o al menos no la sé encontrar.