... comunidades, tanto para los que han tomado la decisión de vacunarse como para los que no.
Con los primeros debo de ser respetuoso porque entiendo de veras los motivos que les han han impelido a tomar esa decisión o dicho de otra manera son más (para mi) tangibles. Tomaron la determinación de buena fe por entender que esto va de solidaridad como casi todo en la vida, además de actuar bajo un criterio de prudencia. Ese ha sido el mensaje que entiendo que se ha lanzado a los ciudadanos y que estos han recogido desde el primer momento. Los hay (en el mismo grupo) que quizá tomaron la decisión más por miedo al dichoso virus que nos tiene aun en jaque, encerrados y viendo que tanto los datos de los hospitales como de secuelas y muertos es terrible, que por solidaridad. Casi todos tenemos a alguien cercano que ha muerto del virus o padece todavía secuelas. Por lo tanto es más obvia su presencia y creemos más en él por así decirlo (me refiero al virus).
Personalmente ni que decir tiene que me ha inquietado la experiencia todavía por terminar. Sobre todo la de los primeros días. También comprendo que los datos a los que hemos tenido acceso a través de los medios de comunicación refuerzan todas y cada uno de los motivos que han llevado a quererse inocular el virus de manera pongamos que voluntaria y altruista. Como premisa tengo que aceptar la veracidad de estos. Y lo tengo tanto en consideración como las historias personales de quienes han perdido seres allegados en condiciones que rayan lo dantesco por el camino y con independencia de si estaban o no vacunados.
El dolor no suele hacer esa clase de discriminación. La muerte suele afligir por igual pertenezcas al bando que pertenezcas.
Lo que hemos vivido (estamos viviendo) ha sido un golpe. ¿Cómo comprender que no podíamos acercarnos para abrazar a nuestros seres queridos? ¿Cómo aguantar confinado en casa? ¿Cómo explicar a un niño que no debía visitar a sus abuelos porque había un bicho que le podía contagiar?...
De tanto reflexionar al final tengo la sensación de que me paso la vida tomando decisiones que pueden costar la vida a otros. Me acompleja. Y me refiero a la dureza que causa la perdida y no solo de vidas, sino de ilusiones, de trabajo, de proyectos truncados. Este es el común denominador que se ceba en todos, en los vacunados y los no vacunados: el dolor y la perdida. Quizá se pone más de relieve que todo es transitorio y eso resulta difícil de aceptar. Que no hay nada para siempre, vaya. Y que si algo se puede romper, se romperá.
Luego están los que, por el motivo que sea, deciden no ponerse el tratamiento cuando llega. Sus argumentos son variopintos y algunos rayan la ficción, otros realmente no como los que están inmunodeprimidos por hache o por be.
A pesar de todo me enseñaron a ser respetuoso con las decisiones de los demás ya que nunca se tiene la razón completa como tampoco la felicidad; si acaso el relato lo posee la historia; y a veces depende de la mano de quien la escribe. Pero independientemente de lo que pueda pensar sobre ellos una persona vacunada, se ha de comprender que esa(s) persona(s) puede(n) elegir y tienen la libertad de no tomar nada que no quieran. Cada cual adopta para su cuerpo sus propias decisiones, aunque con matices, claro. Y en base a esta premisa se erigen otras, que también son garantizadas por ley. Como la libertad de pensamiento, de movimiento, de expresión entre muchas otras.
En mi opinión hemos sufrido iguales brasas y, además, seguro que en ocasiones no hemos estado del todo acertados individualmente debido a nuestro doble rasero. Y desde hace tiempo observo que se viene practicando por el “poder” en no pocos hechos que nada tienen que ver con el virus. Y lo han hecho y lo siguen haciendo.
Opino que no es de recibo que se quiera incriminar a una parte de la población de ser potencialmente un factor de riesgo para el resto. Una persona no vacunada tal vez no suponga en absoluto un riesgo para nadie más que, quizá, para ella. Según he leído una persona inoculada puede tener las mismas posibilidades que otra no vacunada ante el virus de contraerlo y también de expandirlo. Depende, sobre todo, de factores de riesgo como condición personal, salud y respuesta inmune.
La salud es, con seguridad, lo más importante de la vida. Sin ella, la simple existencia sería difícil. Pues eso.
He observado debates de unos contra otros y aplaudir la limitación de los derechos universales sin reflexionar que se podría estar tratando de una violación atroz.
Mejor escribo para poner encima del tapete que las personas no vacunadas no son forzosamente irresponsables ni insolidarias en comparación con las que sí lo ha sido. En todo caso personas a secas que forman parte de idéntica contexto en el que estamos sumergidos. Y además de los mismos derechos pueden tener un criterio diferente. Pero también uno debe de acatar las consecuencias tome el camino que tome. Pero no se trata de vencer a nadie imponiendo, más bien de convencer argumentando.
Paradojicamente se da la misma coincidencia: ambos bandos -por así llamarlos-, tratan de convencer al otro de sus bondades. Y posiblemente algunos también aplauden al “sistema” que intenta imponer sus ideas a la otra parte. A lo mejor los mismos que salían a los balcones eufóricos y pletóricos los días de encierro que la mayoría sufrimos en nuestras propias carnes entre paredes.
Tal vez nadie entraña un peligro para nadie salvo las personas con actitud irresponsable y poco dadas al altruismo. Esas los son siempre en cualquier ámbito y circunstancia.
Hay personas que conviven entre nosotros y que por el hecho de no estar vacunadas no se les permite hacer según qué: trabajar en algunos lugares; ir al restaurante...
Creo que hay que ordenar todo lo que esta pasando para no abocarnos hacia una sociedad bipolar: vacunados y no. Y además dar origen a dos grupos con diferentes derechos, los unos plenos y los otros parciales. Eso se habría de revisar. Y que conste que pertenezco al grupo de los inoculados por parecerme la posibilidad menos mala con las herramientas que tenía en ese momento.
Y piensen todos ustedes, además, de que los hay que no pueden elegir a que grupo pertenecer siquiera, entre otras cosas porque no poseen esas vacunas a su disposición y por lo tanto la libertad de poder elegir. Otra surge vez la falta de libertad y la igualdad de oportunidades. Da que pensar.
Eso sí, de lo que leo en los manifiestos de la comunidad científica y organizaciones que tienen que ver con la salud y dando por buenos los mensajes, es que si se está vacunado los efectos del virus son objetivamente menores para quien agarra el bicho, pero que tampoco es condición suficiente para evitar la enfermedad, ni la severidad, ni la muerte, ni su propagación, pero sí para minimizar los efectos del virus y tal vez contener el grado de la propagación de la epidemia allende de evitar colapsar los servicios esenciales de urgencias de los hospitales y sus UCI.
No sabemos que hubiera sucedido sin vacuna(s) al mundo, es cierto, pero nos lo podemos imaginar por lo que sabemos de enfermedades y su propagación. Por contra, sabemos que le ha sucedido al vacunarse.
Se preguntará el lector: “¿Y con esta vacuna en concreto?”. Es sabido que están por ver las consecuencias a largo plazo, desde luego. Aunque afirman que no las habrá, se traduce en un acto de fe así creerlo como exponía antes. Pero a corto es ya sabido: en general menos síntomas, muertes, y hospitalizaciones. Aunque no nos libra de sus garras por el mero hecho de estar vacunados.
Pero dada la virulencia de este virus en concreto podemos imaginar que hubiera sucedido en el mundo sin la mayor o menor eficacia de las diferentes vacunas desarrolladas a contrarreloj para hacer frente a la COVID-19. Las personas no vacunados por una u otra circunstancia también, haciendo especial mención a los que han decidido, hasta hora y voluntariamente, hacer caso omiso arguyendo que sé yo qué motivos y, en ocasiones, empleando argumentos que más tienen que ver con paranoias de indole conspirativa. Esto último no toca, todo y que entiendo que el mundo es complejo y, en consecuencia, es recomendable llevar puestas a menudo las luces largas para que el sentido común alcance un poco más allá.
Es obvio que en el bando de los vacunados también hay quien es propenso en elaborar una teoría de la conspiración a medida para dar un relato al origen de la pandemia todavía hoy. Bien, hay gente para todo en todos lados, incluso quien habla del virus fabricado en la china o introducido allí a posta. Todo al parecer desmentido por reputados científicos en materia de virus.
Lo que si es acertado decir es que al ser humano le hace falta un relato que justifique los sucesos siempre. No hay que olvidar que provenimos del mito como relato explicativo surgido para dar una respuesta a situaciones que resultaban inexplicables: La Tierra, enfermedades, muerte, astros, fuego, fenómenos meteorológicos,...
Y que conste, un servidor solo ha hecho que elegir, como de costumbre, el camino que ha encontrado más apropiado y oportuno para resolver su inquietud y que no tiene porqué coincidir con el suyo. Eso sí, que no se me pida siempre garantía de éxito en la elección. Menos en esta. Soy humilde, decir que suelo equivocarme más veces que acierto. ¿Condición humana? Podría darse el caso. Pero nada que no tenga solución, al menos hasta ahora. Soy irremediablemente mortal.
Inevitablemente me pregunto, ¿hay alternativa a la vacuna? Me respondo que no hay sino un problema de orden científico serio: cómo prevenirnos mejor de la enfermedad. Y otro de matices morales con mucho peso específico (diría): ¿qué alternativa es más acertada tomar sin que perjudique al resto independientemente de lo que uno trague?
Y usted, ¿qué diría al respecto?