Sol limpio. Viento apagado. Mutismo inmóvil. Silencio encendido. Mañana pacífica. Vinito claro.
Ahora, el sol entibia afectos y pasiones. Reconforta. Templa el espíritu.
En este instante , todo se confunde con el color de la calma. Incluso el alma.
Nota fluir por las venas el primer fuego. Primero esculpe su deje amable en la piel; al poco, socarra hasta el espíritu.
Se acerca el tiempo. Entretanto las horas zarpan para volver quizá diferentes algún día a la manera de las olas.
Sombras de gigantes arbóreos tiñen de oscuro la alfombra del suelo áspero. El gorjeo de las aves toma refugio entre el verde follaje de ramas originadas en tallos leñosos y elevados.
No existe más reloj que los latidos del corazón; ni más pensamientos que la callada pausa entre uno y otro. Ni más puntualidad que la del tiempo.
El címbalo comienza a volar alto, no en su cenit, aunque ya unta con insolencia la piel.