Pero bueno, aprendí…mejor, me enseñaron: que no todo está a nuestro alcance.
A pesar de todo, te fuiste rápido, en mi ausencia y sin esa oportunidad de despedirse acogiéndonos antes. No te preocupes, partiste con todo hecho.
El tiempo es algo relativo. El tuyo, para mi expectativa, es un destello, algo fugaz. Para tus padres, quizá más dilatado. Recuerdo sus caras de ilusión el día que me comunicaron el embarazo. Puedes sentirte orgullos@ de ellos.
Nunca sabemos de antemano lo que escribiremos, ni el camino; aún menos por donde pasaremos, ni el tiempo que nos queda. Pero quiero pensar que existe un “algo”, difícil de ubicar en el espacio, que hace posible completar un camino de vida.
Vuelvo. No sé nada sobre el color de tus ojos, pero me los imagino zarcos; nada de tu sexo, pero te interpreto ángel; desconozco tu carácter, sonrisa, expresión y llanto, pero te adivino tranquil@. Pero eso es lo que tú me das, lo que me has dado, lo que he recibido: una ilusión y la libertad de representarte a mi manera. Así que, sólo puedo ser agradecido.
Te diría, te diré, que: seas ante todo tu mism@ allá donde te encuentres. De momento me tengo que quedar un poco más. Pero un día…un día, nos reconoceremos por el color de nuestras almas. Ten la seguridad.
Nada que no sepas: existen dos aspectos que son significativos. Ahí va el primero: que hay que aceptar, hay que aprender a vivir en la adversidad. Llorar. Reír. La vida es a menudo frustrante; en ocasiones nos parece injusta; otras un camino de rosas. Alegre. Triste. Las hay que resulta un fastidio o exultante… Pero los contextos en que se dan acostumbran a no estar en nuestras manos, luego hay que aceptar la frustración porque de lo contrario se torna imposible respirar, pues casi todo acostumbra a ser un sistema imperfecto.
Y el segundo: la vida posee un vector de sufrimiento inmenso (quiera o no quiera reconocerlo), aceptarlo no quiere decir resignarse. Cuando se acepta también cabe el enfado, por supuesto. El desahogo es humano y hasta terapéutico quizá. Pero no puedo darle la vuelta a la tortilla solo con ello; a partir de lo que está en mis manos, sí. Entonces hemos de ponernos manos a la obra.
Conectado con lo anterior: un día leí que el “destino” puede resultar una pesada carga. No tenemos que conformarnos, hay que tratar de revertirlo: pues la vida más fácil, más cómoda y más egoísta no es la mejor escuela para aprender. Sin embargo, las dificultades y el altruismo, ayudan a dar sentido y equilibrio a la vida rompiendo el hábito de nuestra actitud egocéntrica. Es cuando la pérdida que generalmente tememos por entregarnos, puede proporcionarnos más conocimiento sobre el mundo que habitamos.
Tengo la certeza de que nada, absolutamente nada, ocurre sin motivo. Vivimos situaciones nuevas porque nos dan la oportunidad de actuar de forma diferente, y debemos aprender de la oportunidad que nos ofrece cada experiencia y vida en la que podamos renacer.
Reflexiones como la anterior llevan a preguntarse una y otra vez: ¿a qué hemos venido esta ocasión? La respuesta llega enseguida: No hay que procurar entender la vida, hay que vivirla. Y aprender a vivirla a fuerza de vivir, y eso con independencia del tiempo que nos haya sido otorgado.
Seas quien seas, te he querido y te quiero. Lo hago sin reparo y desde la ilusión que me brindaste tan cercana y aun con esas maneras de estrella fugaz.
Con corazón.