
Me gusta deslizarme entre la música; caricaturizar las sombras y reírme de ellas. Dejar el globo de mi imaginación remontar el cielo
La tarde abate con parsimonia,
con esa lentitud asimilada a golpe de ahínco.
La vida sobreviene continua.
Sus jornadas son como una entrega ininterrumpida:
perlas ensartadas por un noble hilo invisible.
¡Qué más da que sea de oro!,
aunque si reluce surge más dulce,
hasta incluso quizá más vistoso.
El posterior aliento del crepúsculo,
un soplo previo al reino de las sombras,
impregna el aire hasta causar ahíto.
Pero el tiempo no es nadie,