La luz adquiere un ritmo dorado y cansino. Las sombras se alargan modelando gigantes altos y delgados como contrapuntos a zonas que permanecen todavía iluminadas. Es la hora en que mutan los colores hacia escalas cromáticas diferentes otorgando un tono distinto al mismo lienzo.
La brisa parece zarandear las sombras aunque me digo que ese es solo su resultado, lo que en realidad agita son los arbustos.
El silencio no cesa en dejarse sentir. Opino que más fuerte que el de la mañana cuando algún aparcero grita ordenes para hacerse creer aquí y allá en fincas colindantes. Son voces tan sutiles y extraordinarias que me acompañan a ratos de solemnidad en este espacio vital casi desierto.
El sol declina a pocos, es cierto, pero mengua con contundencia conforme transcurre la tarde. Las aves son referencia viva que ilustran de movimiento la aislada quietud de la tierra. En el cielo nada, ni siquiera una nube. Luz, azul y poco más.
De nuevo brota el tictac del reloj que destaca en medio del silencio casi sepulcral del interior de la casa labriega.
En termes generals només ens interessa conèixer la vida dels que titllem d’ il·lustres, importants o mediàtics. És la servitud que té viatjar amb bitllet de tercera com el que emprem la gran majoria que, per un altre banda, tot i ser més nombrosa, paradoxalment ningú en parla; perquè si no m’erro, a ningú l’importem per la condició d’ésser quasi “un no ningú”. Arribats fins aquí valoro que: pot ser hi ha certa dosi de cinisme en tot plegat i, fins i tot, sorpren el doble raser de mesurar que utilitzen quan parlen de drets i obligacions. Però ja sabem que la perspectiva regala visions sobre el mateix diferents.