

¿Somos tan modernos? Me genera cierta duda la pregunta, pero puede ser. No lo descarto. Incluso me atrevo a afirmar que sí. ¿Por qué? Pues porque voy andando de manera cívica y emitiendo cero emisiones que puedan afectar a la tan perjudicada capa de ozono y a la calidad del aire de la «ville de Barcelona» como un sufrido peatón más y, se me cruzan, por delante y por detrás; me rebasan, por izquierda y de derecha; y apremian, conductores de toda suerte de juguetes (así lo describe la RAE), otrora de niños y ahora de adultos, actualizados con todo tipo de nuevas tecnologías y construidos con materiales exóticos para convertirlos en suficientemente ligeros para justificar el precio que se paga por ellos y la movilidad por la ciudad en este caso.
Pero bien es conocido que las personas «mayores» tenemos un poco de niños aunque no juguemos como estos y tampoco nos distraigamos de la misma manera ni con las mismas cosas,
He venido dispuesto a no escuchar nada, si acaso el rumor del silencio. Y mientras el sol alza en su meridiano la melodía brillante, un baño de luz se extiende a la manera que lo hace un mantra sobre el olivar vecino y la tierra calcárea.
Una bandada de aves aletea el cielo. Viene hacia mí ese ruido sordo construido a golpe de pluma, pico y ala. Invade ahora mismo los puntos cardinales del sosiego.
Hoy es domingo (es miércoles, da lo mismo, es lo que tiene escribir sobre notas, sobre apuntes para después coser), una suerte de puerta que cierra las tapas de una semana gastada que se amontona sobre otras ya desterradas porque sucedieron; y que me abrirán, una a una, quizá, con generosidad, las páginas del porvenir bautizadas con nombres de “día” tan insistentes como exhaustos. A lo mejor más próximos para mi imaginario por no haber llegado, porque transparentan en todo caso la esperanza casi ...
(Me llego a las arenas del St. Pauli. Es fácil distinguirlo, ondea alta una bandera pirata. Más allá el mar azul y en calma.)
Sankt Pauli aparte de ser también un equipo de futbol, es el barrio más famoso de Hamburgo, y uno de los más celebres de Alemania, y dicen que uno de los míticos del planeta. Pero la estupenda mala fama ya no lo define. Y también su nombre obedece a un chiringuito de playa de la costa dorada.
Pero el mito está ahí: sobre todo barrio portuario de farolillo rojo, ahora ocupado por tipos jóvenes y emprendedores en busca de suelo barato para establecerse.
ST. Pauli también es futbol. Quizá más que eso: una manera de entender la vida. Su (sic)
Hay seres que lo presienten: vivimos en un tiempo convulso, de cambios impredecibles, casi de diluvio universal o mejor, de plagas.
En mi opinión hay síntomas que lo evidencian: la crisis energética, la económica, la social, la sanitaria, la de valores, la de referentes, las guerras de todo tipo (armadas, comerciales, técnicas…) y el desempleo imparable y creciente como consecuencia y resultado de toda esta amalgama.
La democracia, las elecciones, el voto, se convierten en un arma terrible aparentemente en manos del «pueblo» llano y débil de siempre pero no es así. Los (sic)
Hay una hora de después de mediodía que ciega hasta incluso las palabras, por consiguiente no solo hiere la vista. La luz es tan fuerte que no invita a escribir, o mejor: espanta el quehacer cuando queda reflejada sobre una cuartilla en blanco. Sin embargo pronto por la mañana, cuando los rayos de sol resultan todavía tímidos, o durante el atardecer que ofician de igual manera, lo prefiero ya que me siento más libre y por lo tanto sin la necesidad de recluirme en el interior de la casa o bajo la
Mientras residía en la ciudad de Barcelona durante el otoño, invierno y primavera del año 20’ conocí a una mujer llamada Sombra. Procedía de una acomodada familia venida a menos por una serie de motivos que ahora no vienen al caso.
Coincidimos por primera vez en una pequeña librería de estilo vintage de la calle Verdi del barrio de Gracia donde, por casualidad, ambos andábamos buscando el mismo libro. Azar o no, fue eso el caso que explica la sincronía.
A partir de entonces nos vimos una y otra vez. Hasta llegar a ser algo así como inseparables. Lo...
Y me estrecha a pocos tu noche clara / Hasta me envuelve loco a ratos / con el coraje de tus ojos sombríos, /el sinfín de tus dedos. / ¿Maltraer tu causa? / El bonito cielo se mustia al clavarte un clavel de la mirada / A base de pétalos certeros, / de contornos tan sensibles, / como aguzados. / Que adulan / y hieren. / Y que se gastan solo con mirarte. / De tanto pincharte el alma. / Y de seguirte bajo el brillo de un címbalo insomne / hasta la muralla del lamento. /O ves a saber adónde / Escena opaca, nocturna, / incluso andarina que transpira con la prisa del tiempo. / Que me marca. / Tu mirada, / y mi sombra.
No sé què em passa però no vull anar a viure en lloc. Més aviat cap lloc m’atrau, almenys de Barcelona; i de la resta no estic segur perquè un sempre pensa amb solitud i el color ocre de la tardor que commou; el fred i la poca llum de l’hivern. Això sí, fins que arriba esplendorosa la nouvinguda primavera.
I em confesso que pot ser és millor voltar, i estar present al món sense aturar-se en lloc. Sense cap lloc fix vull dir. Un desastre? Pot ser, no deixa de ser una hipòtesi plausible, tot i que també cap fet a mida el contrari.
Cae la tarde y detrás lo hago yo, Sombra. A esta hora (18:30) miro con ambigüedad al oeste puro mientras tú reposas a mi lado. Noto que el sol está sobradamente alto sobre el horizonte que marca Mola Porquera, así que intuyo que hay luz para rato.
La brisa de cada tarde nos visita. Ahora, fuera de la casa y sentados al sol, refresca con timidez cuerpo y penumbra expuestos a los rayos de luz. Ambos permanecemos sentados en una silla mientras elucubramos el texto que será. Así, en esta posición, leo como la sombra de tu mano escribe sobre una hoja del cuaderno valiéndose del trazo de la mía y de un mismo bolígrafo.
[Un monólogo con Sombra (la consciencia). Escena ficticia como terapia para mitigar los efectos del aislamiento]
»Ojalá supiera tocar el piano o tuviera interés en mejorar lo que sé de guitarra. Para sentarme a componer una canción y poner música a las palabras. Para perfeccionar el sentimiento y ver hasta donde llegábamos con él, vaya. Eso es lo que siempre he soñado desde niño, Sombra. Y consecuentemente, y si me apuras hasta por negligencia del menda, se ha quedado en eso, en un sueño. Pero si bien es verdad que he sido capaz de transmitir un poco de color a los grises, en definitiva belleza,
Mientras estoy confinado en el apartamento durante estos días me esfuerzo en pensar que su volumen es todo cuanto tengo, incluso que formo parte de su espacio, hasta que es mi abrigo y qué se yo más; entonces, comprendo rápidamente eso y que la misión de estar aislado es también proteger a los demás resguardándome yo.
Pero la dificultad estriba en que el tiempo no parece tener la misma dimensión cuando uno está recluido por mandato que por voluntad expresa, como lo hago a veces. Aclaro: la víspera se asemejan al día siguiente, por lo que es del todo prudente que procure dotar de cierto ritmo a los días.
Al estar aislado necesito tener y crear un espacio. Cuanto mayor sea mejor. Y lo
De jóvenes, Sombra y yo nos olvidábamos hasta de la hora mientras correteábamos sin cesar de la playa al mar en una carrera loca. Una y otra vez. Corríamos y corríamos a ninguna parte, no había a donde ir, o mejor, ya habíamos llegado. Y mientras tanto las gaviotas con sus gritos rápidos y el vuelo vigilante nos alertaban de su presencia porqué quizá intuían barrida su intimidad por causa de nuestra danza desnuda; y entonces se valían de un vuelo cada vez más bajo si detectaban sustento fácil o, quizá, era eso que repartían para replicar su enojo.
El cielo solía estar repleto del bochorno de la mañana y en consecuencia la atmósfera
Hoy no me sentaré a escribir más sobre nuestro día a día, Sombra. Me refiero a éste diario. Este oficio se me antoja ya cansino. Tampoco sobre la plaga. En cierto modo no quiero ponerme más trascendental y como consecuencia preocuparte. Porque razones hay, y si no vendrán volando. Mejor me volcaré en la novela que tengo entre manos, la que tengo por acabar. La que este encierro me concederá tiempo para imaginar. Y simplemente haré eso que aunque no es distinto a escribir, sí que lo es de otra manera.
Y así es como todo sucede en la ciudad ahora, entre un silencio que se me hace
Si pudiera elegir no quisiera esto, lo que acontece, si acaso un mundo mejor para vosotros. Una existencia más limpia, justa, humana, amable, solidaria...en definitiva: para ti digna, porque así es tu coraje.
Pero no tengo opción. A lo mejor redención, y aún me genera dudas llegar a ser merecedor de esa liberación a estas alturas. Entonces qué es lo que me alienta a proseguir el camino? Simplemente dar valor a como sois: respetuosos, amables, solidarios, afables, bondadosos, responsables, entrañables...En definitiva: buena gente. Cualidades que me harán sobrellevar mejor el tiempo que esté confinado en casa. Y lo haré echando mano de esa dignidad, ese ejemplo, que os hace tan diferentes y humanos y que, además, me pasma y alecciona.
La bondad que derrochas habla por ti muy a pesar de que estes callada; y contribuye a