“Todo está mal. Pero yo estoy bien porque te amo y estamos juntos. Te escribo esta noche”.
“Insha Allah”(si Dios quiere), responde Ahmad.
(…)
“La mujer con la que tengo que casarme por videollamada está en Gaza”, explica Ahmad a sus amigos.
(Khulut, la mujer, está en Gaza, sola y sin batería).
(Extracto de un texto de María Ferreira para un periódico. Hebrón. Cisjordania)
Se dan certezas que la vida se lleva por delante. “Te quiero siempre. Siempre”. No acostumbra a materializarse. Siempre, es una palabra exigente como lo es paz o guerra. [Luego de la ocurrencia seguro que bombardeos].
La guerra anula la capacidad humana porque la transforma. [Caen más bombas de artillería pesada]. Allí la lluvia es de metralla. Gaza está bajo un
Deambulan las sombras con el alba mientras los últimos luceros de la noche se apagan. Un mutismo que se acerca a ser un matiz oscuro, revienta la madrugada y pone en evidencia los últimos estertores del sueño.
Unos ojos grandes y abiertos como platos níveos dejan entrar a través de sus pupilas una luz residual.
El día camina a paso lento, inseguro, lleno de dudas y remordimientos que lo conducen hasta el último cielo.
Duda cuando camina pero se me da que le hace más humano, pero un humano a lo mejor hasta inseguro porque vivir no cultiva nada de cierto.
Cambia. Todo muta. El día, la noche, absolutamente todo. Y consciente, al pensarlo, le sumerge en la inquietud más oscura del alma que solo clarea cuando comparte la luz que aún arde dentro de su esencia.
Tarde blanca. Luminosidad saturada por poniente. Zarca y definida por naciente. Ahora la brisa cabalga a lomos del cielo. Alea y se alza sobre el mundo. El tiempo se desvanece. Entretanto, las parsimoniosas agujas giran el carrusel del tiempo.
La mañana queda atrás. El crepúsculo vespertino por delante aún no alcanzado. Las sombras se tornan largas. Indiferentes alternan entre movimiento y quietud. El sol se viene abajo desde su zenit para ocultarse sin pausa tras el confín.
La parsimonia manda, los instantes menudean y la vida ronda.
El ruido sordo del silencio y la sombra amiga entran en la casa labriega. Se alargan como alas de sombras del otoño. Todo es cambio. Incluso el sosiego se transforma para ser diferente. La luz, el tiempo y la penumbra.